jueves, 20 de enero de 2011
Porque tú y las estrellas me encantan, por eso soy feliz. Soy feliz porque las estrellas me recuerdan a dos de mis mejores amigas, sé que cada una de Ellas vive en una estrella. Me gusta la luz porque sin ella no somos nada. Me gustan los colores. Un día un amigo, más bien un hermano galáctico me contó que en una ocasión al estar meditando una vibra le supo a blanco. Amé que me platicará eso, y desde entonces no he dejado de preguntarme a qué sabe el blanco, quisiera probarlo, también me fascinaría poder oler las vibras de los humanos, dicen que los perros lo hacen. No es que quiera ser como un perro pero tengo que confesar que no hay animal que me guste más que el perro, pero los elefantes son mi -adoración-. Los elefantes rosas y los de otros colores también. El desierto me gusta pero todavía no he podido perder el miedo a dormir en él, aunque es absurdo tenerle miedo, desde ahí las estrellas se ven como en ningún lado, brillan y cantan más fuerte. Me dicen que el abuelo Teyo me ayudará, sí le creo, de hecho sí conozco al abuelo; pero me da un no sé qué acampar una noche ahí. Creo que es por la víbora del otro día. Sí, me dio mucho miedo esa vez, y ahora que lo pienso ni si quiera he podido descifrar porqué nos la encontramos. Pero bueno, pronto tengo que ir a dormir allá. Yo estoy enamorada de mi novio espacial desde antes del 16 de noviembre del 2007, él es de los pocos que conozco que está loco y que como dijo mi amigo galáctico es de los que queremos pintar más atardeceres. Mi novio espacial es azul y con bigote, es de un planeta cercano que se llama Cafesiano el Lago, ahí todos hablan chistoso, pero me gusta, de hecho siempre que voy se me pega el acento de ellos. Ahí muchos son de distintas formas geométricas pero la mayoría me cae bien, son agradables y beben ajenjo.
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